Vuelve a “visitar” a su amigo Frank Sinatra en su nuevo disco, That’s Life
Como en My Way, el ídolo del country repasa un puñado de canciones inoxidables que “La Voz” hizo eternas y que aquí cobran un nuevo brillo
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En 1978, Willie Nelson estaba prendido fuego. Era uno de los ases del country forajido y se lo respetaba como cantante pero todavía más como autor (además de lo que escribía para él, también había firmado hits ajenos, como “Crazy”, de Patsy Cline). Su imaginario era el de la ruta, la marihuana, la vida sin ataduras, la melena al viento y la barba larga: una recreación rural, sucia y desprolija del laissez faire que pregonaban los beatniks citadinos. Venía de lanzar Waylon & Willie, justamente una cumbre del outlaw junto a otro como él, Waylon Jennings. Y en medio de esa racha en la que no podía fallar ni aunque quisiera, tomó la decisión más riesgosa de su carrera hasta ese momento: grabar Stardust, un disco de versiones de standards del Gran Cancionero Estadounidense. Sin abandonar del todo su instrumentación country/folk, se metió con el jazz de otros. No sólo el compositor se hacía intérprete: el bandido se probaba el smoking.
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RD1 Radio
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